La hora correcta había llegado y el tiempo y espacio iban a ser marcados por el radar profético, en la tierra un planeta de mortales estaba por acontecer un hecho importante y esperado por años. El hijo del sol estaba por llegar, tan fuerte e imperante como este astro. Cada habitante tenía su propia religión en su corazón, pero sin duda adoraban a un mismo dios, aunque lo llamaban de diferentes maneras.
No todos estuvieron preparados, porque muchos habían llenado el espacio que le correspondía a ese dios con otras cosas. Sin embargo una sola cultura quien mantenía una relación estrecha con la Pacha Mama, esperaba ser llenada e iluminada como vasija vacía.
Y ese día como ninguno el cielo se oscureció al medio día y trono de varios colores vivos, alumbrando el lugar donde llegaría el dios, las estrellas se multiplicaron y solo el pueblo indígena estuvo presente hasta que vio cumplir la profecía. Tal vez este pueblo fue escogido por el dios sol porque era momento de restablecer su cultura pisoteada por siglos y momento de que vuelva su reinado.
Para los demás habitante nada paso, siguieron adelante con su felicidad fingida, la vanidad era también una de sus características. Sordos no escuchaban nada pues vivían sumergidos en su mundo, sin entender que este había cambiado.
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